Un paraiso perdido donde puedes encontrar todo y nada, capaz de lo mejor y lo peor, porque el término medio es solo un espejismo visto desde los extremos

21.7.05

Los trenes sí pasan

Disculpar mi ausencia prolongada por problemas de saturación en la red neuronal. Me he tomado unas merecidas minivacaciones sin hacer absolutamente nada más que recibir información de vuestra realidad y, sin procesarla ni analizarla, olvidarla directamente. Con respecto al post anterior, he de decir que el tema y la cosa se van nivelando, aunque el proceso es más difícil y más lento de lo que imaginaba; de todas formas, he cambiado de aires, he vuelto a ver el mar, y eso, siempre merece la pena.
Bueno, el título del post se refiere a los trenes que pasan por delante de uno durante la vida y que no podemos dejar escapar. Y es que el otro día, de viaje, pasó uno de estos que no me perdono no haber cogido. La oportunidad, el chance, era ella, una moremita, pelo corto, calculo que de veintipocos años, una sonrisa kilométrica y unas ganas de repartir alegría y buen rollo que pocas veces he visto. En el otro lado, en una estación perdida, yo, el menda más tranquilo e imperturbable que conozco, con cara de amargado y pocos amigos y con ganas de nada (este estado era circunstancial, lo siento). Ella comenzó la conversación, como no podía ser de otra manera aquel día, y desbordaba una felicidad tal, que incluso me hacía sospechar que fuera real. Claro, uno nunca cree que lo que recuerda en sueños, se pueda hacer realidad cuando menos te lo esperas, pero hay trenes que sí que pasan, y este, pasó de largo conscientemente. Me limité, parcamente, a seguir la conversación, a seguirle el rollo, o mejor dicho, a cortárselo, porque mi inexpresividad era la típica de un muñeco de videojuegos de los años 80. Seguro que le dejé la impresión, incierta pero merecida, de un friki amargado porque le duele el mundo y porque todos los días se tropieza con las mismas piedras inexistentes. En cambio, ella me dejó una sensación confortable a la vez que agridulce. Confortable porque da gusto comprobar una vez más, que existen personas en las cuales, hagan lo que hagan o padezcan lo que padezcan, la alegría es un denominador común en todo aquello que viven. Y agridulce porque soy consciente, también una vez más, que he dejado escapar un tren que, quizás, venía a recogerme. Pero claro, nadie sabía, ni siquiera yo, que viajo en un tren fantasma que, de momento y por circunstancias de la vida, nunca hace paradas, cosas del destino.

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