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Hace unos dias salió la noticia del descubrimiento en Perú de la que podría ser la tercera catarata más alta del mundo. Un exploraror alemán, Stefan Ziemendorff, y un grupo de investigadores peruanos la localizaron en Chachapoyas, a unos 700 Km al noreste de Lima. La catarata de unos 771 metros de altura es conocida en la zona con el nombre de Gocta y vendría a ser la tercera del mundo en altura, después de El Salto del Angel en Venezuela (972 metros) y de Tugela Falls en Sudáfrica (948 metros). La cascada, que se puede divisar a un kilómetro de distancia, no aparecía en ningún mapa y se desconocía hasta ahora por las creencias de los lugareños, que temían ser objeto de la maldición de una hermosa sirena rubia que vive entre sus aguas, además de otras leyendas. Existen planes de convertir la zona en reserva natural, por las valiosas especies de flora y fauna que la habitan.
Este tipo de descubrimientos, junto con el las nuevas especies descubiertas en Papúa hará unas semanas, da que pensar. En este tipo de investigaciones y en las demás facetas de la vida, los homo sapiens somos así, muchas veces, cuando conocemos gran parte de un todo, lo damos por conocido en su conjunto, lo clasificamos y saltamos a otra cosa, en vez de seguir completando el todo. Nuestra capacidad de búsqueda de lo novedoso, y por tanto, de asombro, ha quedado reducida por las aberraciones cotidinas, y sólo unos pocos aventureros se atreven a surcar nuevas y viejas sendas de investigación, porque son conscientes de que aun queda mucho por descubrir y disfrutar.